Una comedia negra británica sobre la industria de la música en la década del ’90. En ella se muestra la cruel realidad de las compañías más exitosas de este mundo, que no buscan artistas, ni bandas con talento, sino que sólo aprovechan aquello que les proporcionen ganancias y éxitos en los diferentes premios.
El protagonista de esta historia es Steven Stelfox (Nicholas Hoult), quien trabaja en la compañía discográfica A&R. Se entera que uno de los puestos de la alta jerarquía va a estar disponible próximamente. Su principal competidor será Waters (James Corden), un adicto a la cocaína que no tiene idea de quiénes trabajan en la industria musical. Steven llegará muy lejos en su lucha por conseguir el puesto y eliminar a sus contrincantes en la empresa. No sólo tendrá que enfrentarse a Waters, sino que más tarde se verá involucrado en una investigación policial, su secretaria Rebecca (Georgia King) entrará en el juego de una forma inesperada, y tendrá un nuevo jefe, Parker-Hall (Tom Riley), quien se convertirá en su nuevo némesis.
Al igual que la ilustración que la película hace sobre la industria de la música en los ’90, muestra la ambición y la codicia que muchas personas tienen a la hora de progresar en una compañía. El personaje de Nicholas Hoult nos va guiando a lo largo de la historia, contándonos, al igual que lo hace Frank Underwood en House of Cards.
Aun así, la película se plantea como una comedia, que si bien alguna que otra parte nos saca una sonrisa, no es lo mejor del cine humorístico británico. No se esperen una obra maestra como Shaun of the Dead (sí, considero Shaun of the Dead como una obra de la comedia británica. Perdón si con ésto insulto a alguien).
Quiero remarcar por otro lado, que las actuaciones son decentes, pero lo mejor de la película es su soundtrack que incluye canciones de artistas como Radiohead, Oasis, The Chemical Brothers y Blur.
3 de 5